UNA CIUDAD MENOS VERDE, UN DESASTRE INMINENTE

Editorial



Por: Neftalí Hernández Martínez

He tratado de evitar acudir a la zona centro/central de la Ciudad de Oaxaca en horarios específicos. En la mayor parte del año, el calor puede ser insoportable a las 2:00 pm y la lluvia evidente a las 6:00 pm. No obstante, todos requerimos de bienes, servicios, trabajo y recreación que aquí encontramos. 

Recientemente, la polémica por la innecesaria expansión de la Avenida Símbolos Patrios que incluye el derribo de 1500 árboles, mismos que se distribuyen a lo largo de los 5.3 kilómetros (EDUCA, 2021), atrajo la atención de vecinos que, inconformes, acusaron al gobierno del estado de cometer “ecocidio”. Típicamente, en la tercera semana de abril, se han registrado temperaturas de 35 C en esta zona. La importancia del tema es obvio pero no ha escalado para convocar a acciones “contundentes” de resistencia. Así mismo ocurrió en 2010, con el derribo masivo de arbolado en la Colonia Reforma para el establecimiento de un supermercado que, contra toda demanda ciudadana y complicidad del ayuntamiento, logro imponerse con un camuflaje “ecológico”.

En un estudio de la UNAM, Pérez-Campuzano (2020) registra un crecimiento poblacional de hasta 5% anual en los últimos 20 años para el área metropolitana de los Valles Centrales. Con ello, es evidente que la expansión urbana y la demanda de servicios, estresan el equilibrio ecológico al incrementar la presión social sobre las áreas verdes. Posterior al cambio de uso de suelo y la carente ordenación territorial, son evidentes los estragos: ríos retomando cauces que antes les pertenecieron, deslaves sobre territorio inhabitable, calor sofocante en áreas deforestadas y sin reforestar. Imágenes NDVI tomadas por satélite, registran lluvia para la capital, superior a los 70 mm en meses (marzo y abril) atípicos a la temporada de lluvia. Esto es, alrededor de 70 litros de agua por cada metro cuadrado en un solo día. 

El territorio de expansión urbana en Oaxaca es limitado y a la vez objeto de una especulación desproporcionada debido principalmente al régimen de propiedad agraria (ejidal) que domina el área conurbada. Las siguientes, son imágenes satelitales que muestran el cambio vegetativo en el área del Fraccionamiento “El Rosario” en un lapso de 20 años. 

Son innegables los cambios abruptos al patrón climático, pero es también inobjetable que como sociedad y gobierno, no hemos reaccionado a la gravedad de nuestros actos o que solamente nos ocupa lo que sucede en nuestro patio particular. Los cabildos municipales pueden comenzar por aplicar lo que describe su plan de desarrollo, que supone la participación de ciudadanía y especialistas multidisciplinarios para generar medidas preventivas y no tanto correctivas a desastres naturales.

Nuestra capacidad de adaptación y resiliencia a los efectos del cambio climático, no solamente dependerán de nuestras acciones colectivas para regular asentamientos humanos, oponernos a proyectos de infraestructura o reforestar en forma masiva los espacios erosionados. Tienen y tendrán mayor impacto nuestras acciones individuales en los patrones de consumo, manejo de desechos y educación familiar. Es inevitable el crecimiento demográfico, pero es manejable la vulnerabilidad que generamos ante estos cambios.


Tags