Los cometas, cápsulas del tiempo que revelan el origen del sistema solar

Redacción

 

Mosaico

Durante buena parte de la historia humana, los cometas fueron interpretados como símbolos de catástrofe. Considerados augurios de guerras, hambrunas o tragedias, estos cuerpos celestes causaban temor entre las civilizaciones antiguas. Hoy, lejos de ese halo de superstición, la ciencia los reconoce como auténticas cápsulas del tiempo que revelan los secretos más antiguos del sistema solar.

Así lo sostiene el astrónomo Marco Arturo Moreno Corral, investigador clave en el desarrollo del Observatorio Astronómico Nacional en San Pedro Mártir, Baja California, quien acaba de publicar el libro Los cometas: Una historia sobre los avances de la ciencia, bajo el sello del Fondo de Cultura Económica (FCE).

En esta obra, escrita con un lenguaje claro y sin tecnicismos, Moreno Corral traza una narrativa que conecta los hitos científicos con la evolución cultural de la humanidad frente al fenómeno cometario. El objetivo: desmontar mitos persistentes y mostrar cómo estos astros han impulsado transformaciones clave en nuestra comprensión del universo.

“Observar un cometa es mirar al pasado. Son restos primitivos del sistema solar, formados hace más de 4,500 millones de años. Nos ayudan a entender no solo el origen de la Tierra, sino también el surgimiento de la vida”, explicó el astrónomo en entrevista.

Civilizaciones como la sumeria, maya, azteca, polinesia y mongola les atribuyeron significados simbólicos, incorporándolos en rituales, decisiones de gobierno e incluso en propaganda política, como en el caso del emperador Nerón. No fue sino hasta la revolución científica de los siglos XVI y XVII cuando se empezó a dejar atrás el enfoque supersticioso para dar paso a la observación empírica.

La obra destaca cómo los cometas jugaron un papel determinante en la caída de los dogmas aristotélicos. Las mediciones precisas demostraron que no eran fenómenos atmosféricos, como se creía, sino cuerpos con órbitas definidas. Este hallazgo rompió con la idea de un cielo inmutable y abrió un nuevo capítulo en la astronomía y la filosofía natural.

La palabra “cometa” proviene del griego komētēs, que significa “cabelludo”, en referencia a su característica cola luminosa. Esta se forma cuando el calor del Sol sublima los hielos del núcleo, liberando gas y polvo. Más allá del espectáculo visual, esa estela contiene valiosa información sobre la composición y la historia química de estos cuerpos.

Moreno Corral subraya que estudiar los cometas equivale a analizar muestras intactas del disco protoplanetario. Iniciativas como la misión Rosetta —que en 2014 logró aterrizar sobre un cometa— permiten examinar directamente estos materiales, fundamentales para reconstruir las condiciones iniciales del sistema solar.

“Viajar con un cometa es como abrir la caja negra del universo”, afirma el astrónomo.

El volumen incluye un registro visual de cometas observados desde tiempos prehispánicos hasta la actualidad, con material procedente de los observatorios de Tonantzintla y San Pedro Mártir. También rememora logros de la astronomía mexicana, como el descubrimiento del cometa Haro-Chavira en 1954, símbolo del desarrollo científico nacional.

Moreno Corral dedica el libro a la memoria de su padre, Martín Moreno Millán, y lo concibe como una celebración del pensamiento crítico. Reconoce que el camino del conocimiento no ha sido lineal: ha habido retrocesos, resistencias y momentos de oscuridad. Entender qué es un cometa, dice, exigió primero la construcción del método científico.

La obra está dirigida a un público amplio, desde curiosos del cielo hasta académicos, docentes y estudiantes. La intención es clara: tender puentes entre la ciencia y la sociedad, mostrando que el conocimiento del cosmos no es privilegio de unos cuantos, sino un patrimonio cultural y científico al alcance de todos.

Con este libro, Moreno Corral cierra un ciclo de divulgación que comenzó con Historia de la astronomía en México (FCE, 2003). Su legado se extiende más allá de sus investigaciones: también ha formado generaciones de astrónomos que hoy continúan desentrañando los misterios del universo.

Los cometas, concluye el autor, son más que fenómenos astronómicos: son testigos de la evolución intelectual de la humanidad. Comprenderlos implica mirar hacia el pasado, hacia los orígenes mismos del sistema solar, pero también hacia el interior de nuestra cultura y de nuestra curiosidad.

El estudio de estos cuerpos sigue abriendo interrogantes esenciales: ¿de dónde venimos?, ¿cómo se formó la vida?, ¿cuál es nuestro lugar en el universo? Y mientras los instrumentos se perfeccionan y las misiones espaciales avanzan, los cometas continúan su viaje silencioso por el espacio, aguardando ser leídos como las reliquias cósmicas que son.

Fuente: La Jornada